miércoles, 25 de marzo de 2009

LA IMPORTANCIA DE LAS CARICIAS



Cuando estás con el ánimo bajo, triste, irritable y todo te molesta, puede que una de las causas posibles sea que se encuentra "desacariciado".

Este término no significa que a uno lo tengan que andar tocando todo el día por cualquier cosa, más bien el término “caricia” se refiere a cualquier acto que implique el reconocimiento de la presencia del otro: decir te quiero, un abrazo, una palmada amigable, o incluso un castigo.

Entonces tenemos que una caricia puede ser tanto física (lo que implica el contacto físico con otro) como verbal (cómo le hablo a otro, qué le escribo) como no verbal (una expresión facial como sonreír, guiñar el ojo, “miraditas cómplices”).

También tenemos que hay caricias tanto positivas como negativas. Las primeras son las que nos levantan la autoestima y son fundamentales para “cargar baterías” psicológicas. Las segundas causan dolor, daño físico o moral, y fomentan el desvalimiento o lástima.

Las caricias, además, sirven para dirigir la conducta. Si felicitamos en forma clara y concreta a alguien por su buen desempeño, la persona tenderá a repetir esa conducta (esto no es ni más ni menos que un refuerzo positivo).

Esto tiene implicancias sumamente importantes tanto para la vida diaria como para las personas que trabajan en puestos con subordinados bajo su mando, ya que puede significar una gran diferencia para un trabajador que su jefe le reconozca su esfuerzo y labor comparado con uno que no recibe feedback positivo cuando está haciendo las cosas bien. Esto último puede derivar en una gran desmotivación para ese empleado y percibir que su contribución para la empresa no tiene valor.

En el caso de los niños se da un comportamiento bastante peculiar. Cuando él no consigue caricias positivas pasará a comportarse de tal manera que pueda conseguir caricias negativas. Sí tal cual, negativas. ¿Parece ilógico no?, pero resulta que el niño aprende a llamar la atención haciendo cosas consideradas como “malas” y de esa manera consigue las caricias que necesita. Esa es la razón por la cual a veces los castigos funcionan reforzando la conducta que se quiere suprimir.

Vivimos economizando caricias positivas, que justamente son las mejores. Lamentablemente no somos muy expresivos como deberíamos serlo. Si algo nos gusta, escasamente decimos “gracias”; si alguien nos agrada, somos parcos para expresarlo. Pocas veces se puede escuchar “Me gusta trabajar contigo porque sabes mucho y me caes bien”.

Por otro lado, nos cuesta aceptar las caricias positivas que nos dan. Por ejemplo: si dicen “que bien te ves” no es raro responder algo negativo como “sí, pero...”.

Tampoco pedimos las caricias positivas que necesitamos, porque creemos que ya solicitadas pierden valor. Sin embargo, es su responsabilidad pedir claramente el regalo que deseas recibir para tu cumpleaños, por ejemplo.

Haz una pequeña prueba para ver el estado general de caricias que das y recibes diariamente. Contestate estas preguntas:

¿Cuántas caricias positivas he dado hoy?

¿Cuántas caricias positivas recibí en el trabajo, en mi familia, de mis amigos?

¿Qué caricia positiva transformé en negativa?

¿Pedí hoy la caricia que necesitaba?

¿Rechacé hoy las caricias negativas que me dieron?

¿Me di caricias positivas a mí mismo?

Hazte estas preguntas cada vez que te sientas falto(a) de caricias.

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