miércoles, 27 de mayo de 2009

EL SUFRIMIENTO



En cualquier esfuerzo por romper una adicción lo primero que hay que lograr es que la persona entienda y reconozca el problema. Estas son consecuencias directas de TODA adicción, beneficiosa o destructiva. Esta misma dinámica opera a nivel individual en nuestras relaciones personales. Estamos "programados" a reaccionar ante el dolor.

¡Decimos que queremos ser felices, pero la felicidad nos aburre!

Si entendemos que, consciente o inconscientemente, cada persona es responsable de todo lo que experimenta en su vida, entonces es fácil ver que atraemos a nuestras vidas el dolor porque nos excita y motiva. Esta realización nos deja con dos alternativas: aprender a recibir igual estímulo de la felicidad, o aprender a asimilar la motivación hacia cambios que nos ofrece el dolor lo más rápido posible para no perpetuarlo.

La primera alternativa es un proceso largo y lento de evolución emotiva. Tengo la firme convicción que gradualmente todo individuo aprende a ir rechazando el dolor para crecer con motivaciones positivas, no negativas. Eso nos deja con la segunda alternativa: aprender a no perpetuar el dolor en nuestras vidas. ¡Ojo! No estoy hablando de aprender a ELIMINAR el dolor, sino a NO PERPETUARLO. ¡Lo interesante del caso es que si permitimos que el dolor en nuestras vidas sea CONSTANTE, también eso impide nuestra evolución personal y emotiva!

El dolor que no nos lleva hacia un nivel más elevado de experiencia y conocimiento, es dolor innecesario y contraproducente. En cuanto logramos esa comprensión y aceptamos los cambios, el dolor desaparece.

El niño que pone la mano sobre el horno caliente experimenta dolor que lo alerta del peligro del fuego que puede quemar su piel. En cuanto el niño entiende lo que le está produciendo dolor, retira su mano del horno y el dolor cesa. Pero al traducir este simple ejemplo a nuestras vidas personales experimentamos serias dificultades entendiendo por qué tenemos que soltar el horno que tanto valoramos para dejar de sentir dolor. ¿Cómo es posible que una relación de diez años esté ahora provocándonos tanto dolor? En situaciones como esta, a menudo, en vez de aceptar que tenemos que apartarnos de la relación, preferimos optar por una vida de dolor. Si volvemos al caso del niño con su mano sobre el horno nos resulta fácil entender que sería absurdo y contrario a todo instinto natural que el niño continuara con su mano sobre el fuego una vez que entiende la procedencia del dolor. Cuando se trata de relaciones personales y nuestra vida privada, ¿por qué no nos damos cuenta de lo absurdo y poco natural de seguir optando por aguantar dolor estoicamente?

Hay que entender también que existen distintas formas de lidiar con el calor del fuego para no seguir recibiendo quemaduras.

Lo esencial es ACTUAR de alguna forma para recibir alivio al dolor.



Lo difícil en nuestros enfrentamientos con el dolor es que estamos acostumbrados a sufrir. Crecemos en sociedades en las que se reconoce y exalta el sacrificio y el dolor. Yo no encuentro fácil entender la lógica de esas enseñanzas, pero las aceptamos por hábito, y seguimos sufriendo por hábito. Peor aún, en los momentos en que experimentamos felicidad nos invaden sentimientos de culpabilidad: ¿Cómo puedo yo estar feliz cuando hay otros que sufren tanto?!!! Resultado: la felicidad nos dura muy poco porque sentimos que no la merecemos

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